intentando el verbo del verso...

martes, 22 de diciembre de 2009

Erecciòn.

Saludos, desde el silencio que corea el orgasmo de la vida.
Se desnuda la noche toda, se intimida, se elogia...
canta y corea coros de silencio.
Esta noche camino en la espalda de un elefante enorme,
que lo mira todo, luego, observo la vida,
me desnudo, me desnuda, se entrelaza mi grito
con el silencio coreante, ruidoso, cauteloso, erguido, tímido...
Luego se callan las palabras, se pasma la sangre,
se agolpa la sangre en las manos
simulando la erección de la poesía, el espasmo, las ganas, la tinta,
los ecos y silencios se detienen, y siguen, se acarician, entre pausas
y violencia que golpea y entinta.
Con las manos erectas, se palpa todo. Todo. El éxtasis, se contempla, se desgarra, se muere, se moja, se estremece, se llena, se vacía, se rompe, se contruye…
Luego no hay nadie, luego están todos.
Luego de caminar por las calles, luego del aire frío, podía haber
seguido caminando, por los lugares más oscuros, donde se hallan ángeles
que saben adonde ir, mas no saben los caminos.
Ángeles que fuman, entre opio, la tristeza. Tienen la mirada desconfiada.
Mientras, fumo un puro, invisible, para humearme la cara
y recordar el aliento de la vida.
Me detengo, contemplo, sabe a humo, a tabaco caliente, a sudor, a sed,
a ganas insaciables, sabe el espacio de lo oscuro, a luz tímida desconfiante.
Se inventan las palabras, los diálogos, las miradas, las sonrisas, las malas caras.
Se cruzan los discursos de ángeles lanzados al infierno, al olvido, al destierro.
Están desterrados en la tierra, llorosos aprenden a reír, a tener rabia, a agonizar lento, a disfrutar la sangre derramada.
Luego de la mirada viene el grito y la caricia, se dilata la pupila y se contraen los rostros demoniacos con trazos angelicales.
Luego viene el orgasmo... la tinta.
El lloro y la sonrisa sigilosa que lo acaricia todo, que penetra mas no se une, sólo toca ese espacio de vida que chilla, que mata, que a ratos goza de risa sarcástica.
Les dirijo una sonrisa que tiene por respuesta miradas fijas.
Me subo al elefante enorme...
lloro, callo, grito, río, canto, me destruyo.
Me baño,
llego a casa con el éxtasis satisfecho e insaciable,
me subo a un elefante enorme
y sigo,
caminando,
la vida.
Luego viene el silencio,
se acaba la erección de las manos,
se calla la tinta, y ya no calla; queda, sea o no poesía.